jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Cuando consultar al psicólogo?



¿Cuándo consultar al psicólogo?

En distintas ocasiones se cree que debemos consultar al psicólogo porque nos sentimos mal. A veces, los problemas familiares, con nuestras parejas o con los hijos, hacen de que no siempre sepamos como manejarlos e inclusive notemos de que el problema se repite una y otra vez, hasta el punto de que se hace imposible seguir manteniendo una vida relativamente equilibrada.
 En el trabajo, las relaciones con nuestros compañeros de trabajo sumado a las diversas labores que debemos realizar tanto las mujeres como los hombres, hacen de que nos encontremos exigidos en nuestra vida cotidiana. Pese a todo esto, seguimos esperando el momento en el cual consultaremos.
La sensación de que podemos manejarlo todo, a veces, nos pasa la cuenta. Nos hace sobre exigirnos. Sin duda, una de las situaciones que nos motiva es el encuentro con el dolor, con ese dolor, que no se quiere seguir sintiendo impulsa a consultar al psicólogo.
Sin embargo, hay momentos en los cuales se desconoce ese dolor. Aparecen, las depresiones, las crisis e inclusive a realizar ciertas acciones que serían impensadas en otros tiempos. ¿Ahí es cuando debemos consultar? Si y no... Sin duda que uno de las situaciones más comunes son las crisis, pero resulta importante considerar que éstas (las crisis) se pueden prevenir. ¿Cómo? conociendo un poco más de nosotros, quizás en la medida en que nos demos cuenta de que estamos a punto de... cuando no se da más. Ese momento, es importante consultar. Esto, nos permitirá evitar o por lo menos sobre llevar una situación compleja. Y aún, si esta situación ya pasó, puede ser el tiempo de acercarse a un psicólogo.

Ps. Felipe Matamala

Efectos de la televisión en niños menores de dos años


Efectos de la televisión en niños menores de dos años

Con la creciente exposición a la televisión en la población infantil menor de 2 años, han surgido preguntas sobre los posibles efectos positivos y negativos. El presente trabajo realiza una revisión de la evidencia actual con el objetivo de contribuir a determinar las implicancias de la televisión en el desarrollo de los lactantes menores y mayores. Puede producir alteraciones en el juego y el sueño y no se relaciona con un trastorno de déficit atenciones e hiperactividad (TADH). Afecta la interacción activa con su entorno. En un contexto modelado por los padres, puede favorecer el aprendizaje.
El acelerado y exponencial desarrollo de los medios audiovisuales ha planteado una serie de interrogantes a los padres respecto a los efectos que ejerce la televisión en sus hijos. Frente a estas inquietudes la Academia Norteamericana de Pediatría (AAP) (1,2) ha recomendado que los niños menores de 2 años no vean televisión ni sean expuestos a otro tipo de material audiovisual. Sin embargo, existe una elevada prevalencia de lactantes que comienzan a ver televisión ya desde los 3 meses de edad,viendo en promedio 1 a 2 horas diarias. Se estima que el 43% de los niños entre los 6 meses y los 2 años ven televisión a diario (3,4). Mientras que otro estudio informa que entre el 74% y 90% de los niños están expuestos a la televisión antes de los 2 años de edad (5). Un análisis de los resultados de un amplio estudio longitudinal en niños entre 0 y 35 meses en Estados Unidos reporta que el 17% de los niños entre 0 y 11 meses ven televisión al menos 1 hora al día, en el rango de 12 a 23 meses el 48% ve al menos 1 hora diaria y el 22% m.s de 3 horas diarias, y en los niños entre 24 y 35 meses el 41% ve más de 3 horas y el 16% más de 5 horas diarias. Así mismo, el bajo nivel educacional materno se asocia en forma significativa con un mayor tiempo de televisión en los lactantes menores y mayores (6).

Dr. José Villanueva / Dr. Ricardo García
http://www.sopnia.com/boletines/Revista-SOPNIA-2013-2.pdf

¿Nuestros problemas los transmitimos a nuestros hijos?



¿Nuestros problemas los transmitimos a nuestros hijos?

Muchas veces nos preguntamos qué impacto tiene para nuestros hijos nuestros problemas, asuntos pendientes, las relaciones que hemos tenido durante nuestra vida con nuestros padres, amigos, hermanos, parejas, etc. La respuesta a esta pregunta es simple, todo les afecta de mayor o menor manera, sin embargo, esto no nos debe alarmar sino que por el contrario, es algo que hay que tener en consideración a la hora de relacionarnos con ellos.
No se trata tampoco de andar continuamente angustiados con qué emociones les traspasamos a nuestros hijos, sino saber que han existido situaciones en nuestra vida que nos han afectado y que hoy en día se reflejan en nuestra paternidad.
La transmisión de nuestras problemáticas a nuestros hijos siempre se dará, algunas serán de manera consciente y, quizás, las más profundas se darán por medio de lo inconsciente. Es decir, que muchas veces no logramos darnos cuenta que lo que entregamos a nuestros hijos es fruto de una relación y de las vivencias que tuvimos en nuestra infancia, las cuales hemos pensado como experiencias agradables, desagradables o que aún no queremos pensar.
La angustia, las situaciones difíciles, las pérdidas, depresiones e incluso situaciones que significamos como traumáticas, son partes de las experiencias más difíciles en nuestra vida. Éstas, nos pudieron haber afectado durante nuestra infancia a tal modo que la única vía para resolverlas fue guardándonos lo que sentíamos creyendo que así nos protegeríamos o cuidaríamos a nuestros seres queridos. Así, ante algunas experiencias (muchas veces difíciles) hemos preferido “no molestar y mejor callar”; la fórmula que durante un tiempo nos ayudó a sobrevivir ante diversas situaciones que eran difíciles de pensar (porque nos producían pena, angustia o porque simplemente no nos permitíamos siquiera significarlas aún), con el tiempo dejan de funcionar. Comenzamos a hacer aguas por otro tipo de situaciones y que parecieran que no tienen conexión alguna con lo que nos pasa en la actualidad, así, nos enojamos, tenemos reacciones que no quisiéramos tener y que incluso ni nosotros mismos sabemos porque ocurren, pero cuando éstas ocurren nos acarrean problemas.
Nuestros hijos se recienten de los que nos pasa y nos ha pasado, establecemos una conexión psíquica por medio del lenguaje, las miradas y nuestro cuerpo. Entregamos a la hora de compartir con ellos, experiencias que nosotros mismos hemos aprendido de otros y otras que han quedado pendientes en generaciones anteriores. Así, transmitimos a otras generaciones los mismos problemas, esperanzas, conflictos, que han quedado pendientes sin que nosotros lo sepamos. Tanto ellos como nosotros hemos guardado silencio ante estas vivencias, se sabe que hay algo que pasa que pero no saben cómo ayudarnos y se ha preferido no preguntar para no generar un rompimiento o una crisis familiar que se cree que pudiese llegar a suceder ante la opción de develar el secreto.
La transmisión de nuestros conflictos conscientes e inconscientes ocurre bajo lo anteriormente descrito, pero también, bajo el “secreto psíquico”. Éste (muchas veces ignorado por nosotros mismos), guarda nuestras vivencias más profundas, aquellas que son muy difíciles de pensar y son traspasados a generaciones posteriores. Las vivencias las percibimos pero, a su vez, las hemos normalizado a tal punto que develarlas nos genera angustia, temor u conflicto. Así, las formas de expresarlas que tenemos o que tienen nuestros hijos es por medio de actitudes y situaciones que resultan ajenas a la conducta familiar (por ejemplo: angustias, miedos, diversos síntomas conductuales), generando, muchas veces que nos veamos expuestos a situaciones que resultan incomprensibles por nosotros mismos.
Sin embargo, no se trata de no traspasar estos conflictos, ni de caer en una constante situación de angustia al preguntarse una y otra vez, si lo que hace mi hijo es por tal u otra cosa que le he transmitido. Lo importante, es esclarecer conflictos o deudas que no hemos logramos resolver, que nos apoyemos en nuestra pareja, familia, amigo o terapeuta, para que así las situaciones las hagamos más amables de pensar con otros, aunque muchas veces impliquen dolor. Es importante que consideremos lo que nos ocurre y en su determinado tiempo les expliquemos a ellos lo que nos ocurrió (si es que encontramos necesario hacerlo).

Ps. Felipe Matamala

¿Cómo podemos identificar una Depresión post parto?


Muchas mujeres se preguntan después del parto ¿Por qué me siento tan triste si mi hijo nació sin complicaciones? ¿Por qué siento deseos incontenibles de llorar?
La depresión post parto es una depresión de intensidad moderada a intensa que presentan algunas mujeres luego del nacimiento de un hijo y se puede presentar poco después del parto o hasta un año más tarde. La mayor parte del tiempo ocurre dentro de los primeros tres meses después del parto.
No se conoce una causa exacta de la depresión posparto. Se sabe que los cambios en los niveles hormonales durante y después del embarazo pueden afectar el estado anímico de una mujer. Pero además, existen una serie de dificultades que debe atravesar una mujer luego de haber dado a luz:
Cambios en el cuerpo a raíz del embarazo y el parto.
Problemas en la lactancia.
El estrés provocado por el llanto del bebé.
Cambios en las relaciones laborales y sociales.
Tener menos tiempo y libertad para sí misma.
Falta de sueño.
Preocupaciones acerca de su capacidad para ser una buena madre.
Todos estos factores influyen en el período de post parto que es considerado como el de mayor vulnerabilidad en la vida de una mujer. Existen además, otros factores que aumentan las probabilidades de sufrir una depresión postparto:
Tener menos de 20 años.
Consumo de alcohol, alucinógenos o cigarrillo (también ocasionan riesgos serios para la salud del bebé).
Embarazo no planificado con sentimientos contradictorios acerca de éste.
Haber tenido depresión o un trastorno de ansiedad antes del embarazo o en un embarazo anterior.
Vivencia de un hecho estresante durante el embarazo o el parto, por ejemplo, una enfermedad o muerte de un ser querido, complicaciones en el parto o parto de urgencia, un parto prematuro o una enfermedad o anomalía congénita en el bebé.
Tener una mala relación con la pareja o estar sin pareja.
Tener problemas económicos o de vivienda.
Tener poco apoyo familiar, los amigos o la pareja.
¿Cuáles son los síntomas de la depresión post parto?
Los sentimientos de ansiedad, irritación, tristeza con llanto e inquietud son comunes en las dos primeras semanas después del embarazo. Estos sentimientos a menudo se denominan "depresión puerperal" o "disforia postparto" y lo presentan 6 de cada 10 mujeres. Son síntomas que por lo general desaparecen pronto y son producidos por los cambios hormonales bruscos que produce el proceso del parto. No requieren tratamiento específico, pero es importante tranquilizar a la madre, explicándole que es un proceso que se regula por sí solo.
La depresión posparto se presenta cuando la depresión puerperal no desaparece o cuando los signos de depresión comienzan generalmente un mes después del parto, alcanzando su intensidad máxima entre el segundo y el tercer mes pudiendo durar todo el primer año.
La depresión posparto presenta los mismos síntomas que una depresión común. Junto con un estado anímico triste o deprimido, pueden aparecer algunos de los siguientes síntomas:
Agitación e irritabilidad.
Cambios en el apetito, ya sea aumento o disminución.
Sentimiento de inutilidad o culpa.
Sentirse retraída o desconectada.
Falta de placer o interés en todas o en la mayoría de las actividades.
Pérdida de la concentración.
Pérdida de energía.
Dificultad para realizar las tareas en el hogar o el trabajo.
Ansiedad considerable.
Pensamientos de muerte o suicidio.
Dificultad para dormir.
Sin embargo, hay algunos síntomas característicos de la depresión postparto:
Tendencia al llanto descontrolado y la irritabilidad.
Sentimientos de inseguridad respecto a cumplir el rol materno.
Sentimientos de incapacidad de cuidar de sí misma o del bebé.
Sentimientos de temor de quedarse sola con el bebé.
Tener sentimientos negativos hacia el bebé o incluso pensar en hacerle daño. (Aunque estos sentimientos son aterradores, casi nunca se materializan. Sin embargo, es conveniente comunicarlo al médico lo antes posible).
Preocuparse intensamente por el bebé o tener poco interés en él.
También es frecuente que la madre se sienta sobrepasada al no lograr reorganizar la rutina diaria como quisiera o al sentir que ha perdido el control de su vida.
No existe un examen único para diagnosticar la depresión posparto. El diagnóstico se basa en los síntomas que la mujer describe al médico tratante.
Es muy común que los síntomas en la mujer pasen desapercibidos, ya que muchas mujeres se avergüenzan de contar lo que les pasa, o bien, la expresión de su malestar es recibido por su entorno cómo queja, y por lo tanto, en vez de recibir contención y validación, recibe críticas y se minimiza el significado de sus síntomas.
La importancia del diagnóstico.
Además de afectar distintas áreas de la vida de la persona, la depresión post parto altera toda la dinámica familiar y en especial la relación de pareja. El desánimo, la irritabilidad, el llanto, la incapacidad de sentir placer, la falta de deseo sexual, hacen que sea difícil vivir con una persona con depresión. Es una situación que si se cronifica, puede llevar a conflictos familiares importantes o quiebres en la relación de pareja.
Por otra parte, hay investigaciones que comprueban que la depresión post parto tiene consecuencias en los niños:
Aumenta la ansiedad en ellos.
Anomalías electroencefalográficas en el lóbulo frontal del niño.
Aparecen problemas de conducta y deficiencias en el aprendizaje (se ha encontrado que el varón tiene mayor riesgo que las niñas de sufrir estos problemas).
Es fundamental que el diagnóstico se realice en forma oportuna.
¿Cuál es el tratamiento a seguir?
El tratamiento para la depresión post parto consiste en apoyo psicológico e indicación de medicamentos. Actualmente, hay medicamentos que se pueden usar incluso durante la lactancia. Cada caso debe ser evaluado por un médico Psiquiatra.
El tener un buen apoyo de la familia y del círculo cercano de la mujer ayudará a reducir la gravedad de la depresión posparto, pero son sólo un complemento al tratamiento médico y psicológico.
Sugerencias útiles
Pide a tu pareja, familia y amigos ayuda en los cuidados del bebé y del hogar.
No escondas tus sentimientos. Habla de ellos con tu pareja, familia y amigos.
No hagas ningún cambio importante en tu vida durante el embarazo o inmediatamente después del parto.
No trates de ser perfecta o sobrecárgarte demasiado.
Hazte el tiempo de salir, visitar amigos o pasar tiempo solos con tu pareja.
Descansa lo que más puedas. Duerme cuando tu hijo esté durmiendo.
Habla con otras mamás de tu experiencia.

Ps. Viviana Pasten